martes, 10 de mayo de 2016

Los niños de Amjoj


Este cuento – opereta infantil - surge en un viaje a Errachidia organizado por Viajes Solidarios, en el que un grupo de intrépidos aventureros provenientes de España, a saber: Ana, Elena, Pilar, María José, Patxi, y quien escribe, acompañados por una representante de la Fundación Deporte Integra, Laura, y de tres personas de la organización local (Initiative Foundation): Isham, Abdu y Redouane, (Dios & Alá me excusen la ortografía), amén del chófer, Mohammed, que nos transportaba por los curvilíneos y abruptos caminos del sur marroquí, se “acercaron” hasta aquellas tierras con ánimo de ayudar en una pequeña escuela infantil sita en el poblado de Tazuka.

Kasbah de Amjoj
El objeto de la opereta, que no del viaje, era compartir la cultura occidental, en este caso más la española, con esos chicos, a través de la universalidad de la canción, tomando prestadas, sin ánimo de ofender a los letristas (muchas veces anónimos) varias tonadillas infantiles populares en España, e integrándolas con un escenario y un vocabulario comprensible para niños de tan corta edad (4-6 años).

Aunque las circunstancias no fueron favorables para la representación, pues a pesar de que tanto el Atlético de Madrid como el Real ganaron sus respectivas semifinales de Champions, había otros planes y el tiempo era escaso para el éxito del propósito, quedan aquí transcritas las líneas plasmadas originalmente en un cuaderno amarillo que, contra toda previsión meteorológica, fue sorprendido por la intermitente lluvia de la seca región. Queda así mismo, a voluntad de los organizadores locales, su traducción al árabe y empleo en la escuela en árabe o español.

Los niños de Amjoj

Érase una vez dos niños que vivían en un pequeño poblado de casas de adobe a las afueras de Errachidia. Se llamaban Abdu y Fátima y eran muy amigos. Por las tardes, después de comer, salían a jugar a la calle y correteaban sin descanso por la tierra polvorienta, dando patadas a una pelota, o jugando al escondite entre los muros de la kasbah de Amjoj. Sin embargo, eso no lo hacían todos los días, pues de vez en cuando, se sentaban en una gran piedra desde la que se veía la carretera que llevaba hasta el lago. Un inmenso lago azul que servía agua a toda la región. A pesar de que no era el asiento más cómodo del mundo, a ellos les gustaba porque desde allí podían ver pasar a la gente que iba y venía haciendo recados por la zona.

Un día que estaban sentados en la piedra vieron pasar a un hombre muy extraño. Era un señor mayor muy llamativo, que vestía una capa oscura y llevaba puesto un sombrero azul muy grande; además, los niños se fijaron en que para caminar se apoyaba en un bastón dorado que reflejaba los rayos del sol. El primer día que lo vieron no le dijeron nada, tan solo pasó caminando delante de ellos, y cuando llegó a la esquina de la montaña, siguió rodeándola y desapareció de su vista, de modo que ya no lo pudieron volver a ver.

¿Qué hacía ese hombre? Era todo un misterio. Al día siguiente, lo volvieron a ver haciendo la misma operación, primero pasó delante de los niños caminando y después, cuando llegó al borde de la montaña, nuevamente giró y desapareció.

Al tercer día los niños tenían tanta curiosidad por aquel hombre que no pudieron contener sus ganas de preguntarle qué hacía.

[Abdu] – Hola, ¿qué haces?
[Extraño] - ¡No lo veis!, estoy caminando.
[Fátima] – Ya lo vemos, ¿pero dónde vas?
[Extraño] – Voy siempre al mismo sitio
[Abdu] - ¿Y cuál es ese sitio?
[Extraño] – Alrededor de la montaña.
[Fátima] - ¿Alrededor de la montaña?
[Extraño] – Alrededor

Los niños se miraron sin entender nada, y de pronto escucharon cómo el hombre empezaba a cantar una canción.

[Extraño – cantando]
“Alrededor de la montaña, la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor
Alrededor de la montaña,
Alrededor de la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor”
[Extraño y niños cantan a coro]
“Alrededor de la montaña, la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor
Alrededor de la montaña,
Alrededor de la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor”

Después de aprenderse la canción, los niños se despidieron del hombre, quien finalmente les contó su secreto: ahora que ellos se habían aprendido la canción, él iría a otra montaña a buscar a otros niños que la aprendiesen a cantar.

Días después, después de un tiempo sin ir a la piedra, una tarde calurosa volvieron allí para sentarse otra vez y divertirse viendo pasar a la gente. Cuando llegaron se llevaron una sorpresa. En el lugar en el que se sentaban siempre, había un gran gato negro que estaba tumbado echando la siesta. El gato, que era muy peludo, tenía una mirada brillante y unos bigotes blancos muy largos.

[Fátima] – Hola gato, ¿qué haces en nuestro sitio?
[Gato] – Estoy descansando
[Abdu] – Pero ese es nuestro sitio, no puedes estar ahí tumbado.
[Gato] - ¿Por qué no? Yo siempre me tumbo aquí. Mirad las marcas de mis uñas en la piedra.

Los niños miraron la piedra y al observar las marcas de sus garras, vieron que el gato tenía razón. Entonces se acordaron de una canción y empezaron a cantarla.

[Niños - cantando]
Estaba el señor Don Gato
Sentadito en su sillón
Marra_ma_ma_miauuu
¡Miau_Miau!
Estaba el señor, Don Gato

Luego de cantar la canción, la niña volvió a hablarle al gato

[Fátima] – Gato, haznos sitio que también nos queremos sentar.

Como era muy hospitalario, el gato se echó a un lado y les dejó sitio a los niños con la condición de que no le despertasen mientras echaba la siesta. Ya llevaban un buen rato sentados sin ver pasar a nadie cuando vieron cómo un coche naranja se desviaba de la carretera y se acercaba hasta la piedra. Desde lejos les pareció escuchar que alguien cantaba dentro. Cuando el coche paró delante de ellos, vieron que en el interior viajaban dos niños con sus padres.

[Niños del coche] – Hola, vamos a Errachidia, ¿es por aquí?
[Abdu] – Si, es todo recto y luego a la izquierda.
[Niños del coche] - ¡Oh!, gracias.
[Fátima] - ¿Qué estabais cantando?
[Niños del coche] – Una canción
[Abdu] - ¿Podéis cantarla de nuevo?
[Niños del coche] - ¡Claro!
[Niños del coche – cantando]
En el coche de papá
Nos iremos a pasear
¡Vamos de paseo!
¡Pi, pi, pí!
¡Es un coche feo!
¡Pi, pi, pí!
Pero no me importa
¡Pi, pi, pí!
Porque llevo torta
¡Pi, pi, pí!

[Niños del coche, Abdu y Fátima – cantando]

En el coche de papá
Nos iremos a pasear
¡Vamos de paseo!
¡Pi, pi, pí!
¡Es un coche feo!
¡Pi, pi, pí!
Pero no me importa
¡Pi, pi, pí!
Porque llevo torta
¡Pi, pi, pí!


Cuando el coche se fue para Errachidia, el cielo estrellado anunció que se había hecho de noche y Abdu y Fátima se fueron muy contentos a dormir a sus casas. Aquella semana habían aprendido más de una canción y habían hecho nuevos amigos, entre ellos un gato dormilón.

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