Este cuento – opereta infantil - surge
en un viaje a Errachidia organizado por Viajes Solidarios, en el que un grupo
de intrépidos aventureros provenientes de España, a saber: Ana, Elena, Pilar,
María José, Patxi, y quien escribe, acompañados por una representante de la
Fundación Deporte Integra, Laura, y de tres personas de la organización local
(Initiative Foundation): Isham, Abdu y Redouane, (Dios & Alá me excusen la
ortografía), amén del chófer, Mohammed, que nos transportaba por los curvilíneos
y abruptos caminos del sur marroquí, se “acercaron”
hasta aquellas tierras con ánimo de ayudar en una pequeña escuela infantil sita
en el poblado de Tazuka.
Kasbah de Amjoj |
El objeto de la opereta, que no
del viaje, era compartir la cultura occidental, en este caso más la española,
con esos chicos, a través de la universalidad de la canción, tomando prestadas,
sin ánimo de ofender a los letristas (muchas veces anónimos) varias tonadillas
infantiles populares en España, e integrándolas con un escenario y un
vocabulario comprensible para niños de tan corta edad (4-6 años).
Aunque las circunstancias no
fueron favorables para la representación, pues a pesar de que tanto el Atlético
de Madrid como el Real ganaron sus respectivas semifinales de Champions, había
otros planes y el tiempo era escaso para el éxito del propósito, quedan aquí
transcritas las líneas plasmadas originalmente en un cuaderno amarillo que,
contra toda previsión meteorológica, fue sorprendido por la intermitente lluvia
de la seca región. Queda así mismo, a
voluntad de los organizadores locales, su traducción al árabe y empleo en la
escuela en árabe o español.
Los niños de Amjoj
Érase una vez dos niños que
vivían en un pequeño poblado de casas de adobe a las afueras de Errachidia. Se
llamaban Abdu y Fátima y eran muy amigos. Por las tardes, después de comer,
salían a jugar a la calle y correteaban sin descanso por la tierra polvorienta,
dando patadas a una pelota, o jugando al escondite entre los muros de la kasbah
de Amjoj. Sin embargo, eso no lo hacían todos los días, pues de vez en cuando,
se sentaban en una gran piedra desde la que se veía la carretera que llevaba
hasta el lago. Un inmenso lago azul que servía agua a toda la región. A pesar
de que no era el asiento más cómodo del mundo, a ellos les gustaba porque desde
allí podían ver pasar a la gente que iba y venía haciendo recados por la zona.
Un día que estaban sentados en la
piedra vieron pasar a un hombre muy extraño. Era un señor mayor muy llamativo,
que vestía una capa oscura y llevaba puesto un sombrero azul muy grande;
además, los niños se fijaron en que para caminar se apoyaba en un bastón dorado
que reflejaba los rayos del sol. El primer día que lo vieron no le dijeron
nada, tan solo pasó caminando delante de ellos, y cuando llegó a la esquina de
la montaña, siguió rodeándola y desapareció de su vista, de modo que ya no lo
pudieron volver a ver.
¿Qué hacía ese hombre? Era todo
un misterio. Al día siguiente, lo volvieron a ver haciendo la misma operación,
primero pasó delante de los niños caminando y después, cuando llegó al borde de
la montaña, nuevamente giró y desapareció.
Al tercer día los niños tenían
tanta curiosidad por aquel hombre que no pudieron contener sus ganas de preguntarle
qué hacía.
[Abdu] – Hola, ¿qué haces?
[Extraño] - ¡No lo veis!, estoy
caminando.
[Fátima] – Ya lo vemos, ¿pero
dónde vas?
[Extraño] – Voy siempre al mismo
sitio
[Abdu] - ¿Y cuál es ese sitio?
[Extraño] – Alrededor de la
montaña.
[Fátima] - ¿Alrededor de la
montaña?
[Extraño] – Alrededor
Los niños se miraron sin entender
nada, y de pronto escucharon cómo el hombre empezaba a cantar una canción.
[Extraño – cantando]
“Alrededor de la montaña, la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor
Alrededor de la montaña,
Alrededor de la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor”
[Extraño y niños cantan a coro]
“Alrededor de la montaña, la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor
Alrededor de la montaña,
Alrededor de la montaña
Alrededor de la montaña, alrededor”
Después de aprenderse la canción,
los niños se despidieron del hombre, quien finalmente les contó su secreto: ahora
que ellos se habían aprendido la canción, él iría a otra montaña a buscar a
otros niños que la aprendiesen a cantar.
Días después, después de un
tiempo sin ir a la piedra, una tarde calurosa volvieron allí para sentarse otra
vez y divertirse viendo pasar a la gente. Cuando llegaron se llevaron una
sorpresa. En el lugar en el que se sentaban siempre, había un gran gato negro
que estaba tumbado echando la siesta. El gato, que era muy peludo, tenía una
mirada brillante y unos bigotes blancos muy largos.
[Fátima] – Hola gato, ¿qué haces
en nuestro sitio?
[Gato] – Estoy descansando
[Abdu] – Pero ese es nuestro
sitio, no puedes estar ahí tumbado.
[Gato] - ¿Por qué no? Yo siempre
me tumbo aquí. Mirad las marcas de mis uñas en la piedra.
Los niños miraron la piedra y al
observar las marcas de sus garras, vieron que el gato tenía razón. Entonces se
acordaron de una canción y empezaron a cantarla.
[Niños - cantando]
Estaba el señor Don
Gato
Sentadito en su
sillón
Marra_ma_ma_miauuu
¡Miau_Miau!
Estaba el señor, Don
Gato
Luego de cantar la canción, la
niña volvió a hablarle al gato
[Fátima] – Gato, haznos sitio que
también nos queremos sentar.
Como era muy hospitalario, el
gato se echó a un lado y les dejó sitio a los niños con la condición de que no
le despertasen mientras echaba la siesta. Ya llevaban un buen rato sentados sin
ver pasar a nadie cuando vieron cómo un coche naranja se desviaba de la
carretera y se acercaba hasta la piedra. Desde lejos les pareció escuchar que
alguien cantaba dentro. Cuando el coche paró delante de ellos, vieron que en el
interior viajaban dos niños con sus padres.
[Niños del coche] – Hola, vamos a
Errachidia, ¿es por aquí?
[Abdu] – Si, es todo recto y
luego a la izquierda.
[Niños del coche] - ¡Oh!,
gracias.
[Fátima] - ¿Qué estabais
cantando?
[Niños del coche] – Una canción
[Abdu] - ¿Podéis cantarla de
nuevo?
[Niños del coche] - ¡Claro!
[Niños del coche – cantando]
En el coche de papá
Nos iremos a pasear
¡Vamos de paseo!
¡Pi, pi, pí!
¡Es un coche feo!
¡Pi, pi, pí!
Pero no me importa
¡Pi, pi, pí!
Porque llevo torta
¡Pi, pi, pí!
[Niños del coche, Abdu y Fátima –
cantando]
En el coche de papá
Nos iremos a pasear
¡Vamos de paseo!
¡Pi, pi, pí!
¡Es un coche feo!
¡Pi, pi, pí!
Pero no me importa
¡Pi, pi, pí!
Porque llevo torta
¡Pi, pi, pí!
Cuando el coche se fue para
Errachidia, el cielo estrellado anunció que se había hecho de noche y Abdu y
Fátima se fueron muy contentos a dormir a sus casas. Aquella semana habían
aprendido más de una canción y habían hecho nuevos amigos, entre ellos un gato
dormilón.
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