domingo, 28 de agosto de 2016

El cuento del no es no

El pasado 25 de agosto me publicaron en las cartas al director del Diario de Navarra un pequeño cuento - la gracia tenía un límite de 20 líneas - titulado, "El cuento del no es no". Lo reproduzco en el blog para quienes no tuvieron oportunidad de leerlo en su momento y tengan un mínimo interés en el tema de porqué en este país no hay dios que se ponga de acuerdo para elegir presidente de gobierno.


El cuento del no es no
Érase un país donde con la indiferencia del impune, sus señorías posaban sus señoriales nalgas en las mullidas butacas del congreso. Imperturbables, haciéndose sordos y ciegos, navegando a la deriva a la espera de un milagro navideño, llevaban meses incapaces de formar gobierno.
Mientras tanto los demás ciudadanos, los que no mamaban de ningún pezón democrático, esperaban atentos. ¿Por qué no se ponen de acuerdo? - dijo un señor en un bar- No lo entiendo - contestó un tendero. Fue una niña pequeña, la que propuso primero: Yo haría como en el Vaticano y los encerraría dentro, y hasta que no eligiesen presidente, no saldrían del congreso. No es mala idea - pensó el panadero - Hagamos una propuesta popular - animó el frutero. Sí, es muy buena y a mí se me ocurre otra - dijo un tercero. Dinos pues - respondieron a coro. Mirad, según he escuchado en las noticias, si no cumplimos no sé qué, nos pondrán una multa de seis mil millones de euros. ¿Seis mil millones?, ¡qué barbaridad! - le respondieron - ¿Y tú qué propones? Una cosa sencilla, que nosotros no los paguemos: que los que no se deciden, incapaces de ponerse de acuerdo, pongan de su mano un aval, para pagar esos euros. Eso está muy bien – apuntó el maestro – el problema es que son ellos mismos quienes se ponen sus reglas, quizás si la ley de partidos se votase en referéndum…

Y así hablaron y hablaron y sus ideas cada vez llegaron a más y más personas, hasta que por fin, tan sorprendentes exigencias llegaron a las puertas del congreso. Nadie se hizo cargo, todos los que estaban allí se hicieron los suecos. Que si aquello era inconstitucional, que si en funciones estaba el gobierno, que si era rojo o liberal, que no les correspondía hacerlo. Así fue que llegó el día de Navidad y nadie fue a votar, excepto los diputados, y los familiares de estos. 

Jon Ander Crespo Ferrer

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