lunes, 21 de noviembre de 2016

Las cebras

¿Qué sabrán las cebras de pedagogía? Pues imagino que menos que mucha gente, aunque quizás más que los abusan de ella en un intento por imponer al prójimo lo que tienen en la cabeza. Así es, hace más bien poco pude leer en una acalorada discusión chatera - ahora irse de chatos es más triste que antes - a un individuo que etiquetaba a sus coetáneos en función de su visión particular y les decía: si haces esto es que eres de izquierdas, si haces tal otro, de derechas. Si no piensas como tal, eres un golpista, si piensas como el de más allá, eres un sabio a quien se merece respetar. Pues no sé, lo único que tengo claro es una cosa: aquellos que pretenden decirle a la gente lo que tiene que hacer generalmente son tendenciosos. Entiéndase esta reflexión fuera de toda jerarquía que implique una relación laboral: me refiero a lo que uno haga o deje de hacer con su pensamiento y con su vida, no a si hay que poner patatas en un McMenú o no.
Y ser tendencioso... ¿es bueno o malo? Pues cada uno es como es, como le han parido, como ha mamao y como se ha desarrolado por cuenta y riesgo. Algunos son libres como pájaros asilvestrados y otros en cambio necesitan aferrarse a alguna convicción o tener ese sentimiento de manada que les hace sentirse a salvo y que les da una coherencia a sus pensamientos. Ni buena ni mala, cada una de las posturas es natural.
Otra cosa es que por tenecer a un grupo, automáticamente tengas razón. Puede que lo creas, porque obviamente dentro de tu grupo te dan la razón. Es el grupo el que se preocupa por tener la razón, no la persona, aunque ese grupo ni siquiera exista como tal, aunque tan solo sea una corriente de pensamiento. Yo recuerdo que hace unos cuantos años - una pila ya - cambié algo mi manera de pensar a raíz de unos estudios. No abandoné mi ideología particular, sino que aprendí a ampliar el enfoque y a analizar cosas que antes simplemente no tenía en cuenta, e incluso me molestaban si mi objetivo era defender una postura concreta. Ser objetivo es algo muy difícil, e implica - al menos a mí, y más en cuestiones ideológicas o políticas - un tránsito que conlleva cierta autodestrucción - a veces dolorosa - de lo que uno creía antes que era una verdad absoluta.
Como siempre, el refranero popular contiene una gran sabiduría: pese a lo que diga Donald Trump, en el mundo no hay blancos ni negros, sino grises. Y es cierto, aquellos que se empeñan en ver el mundo como si se tratase del pellejo de una cebra son personas tendenciosas, muchas veces alejados, no de una verdad absoluta - que quizás no exista  - sino por lo menos de una verdad aritmética.

Jon Ander Crespo Ferrer

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