jueves, 29 de septiembre de 2016

Marejada en aguas rojas

Dícese que un tal Petersan, comandante de las fuerzas rojas, ha convocado un congreso con la urgencia de quien pierde aguas preocupado por seguir luciendo su uniforme pero sin percatarse de que su flota - a estas alturas pesquera - está a la deriva a resultas de sus maniobras y del empuje de las corrientes que le vienen de babor. Un congreso exprés -  lo llaman sarcásticamente - cuando en realidad todos – en especial sus contrincantes - saben que se trata de una estratagema temporal y capciosa para imposibilitar cualquier tipo de motín a bordo. Violentado por alguno de sus capitanes, aquellos que creen conveniente destituirlo para conseguir enderezar el rumbo en lugar de seguir navegando según sople el aire o les arrastre la mar, el comandante ha convocado ese congreso mientras saca pecho y se reafirma en su posición estática exclamando a los cuatro vientos aquello de que de allí no le saca ni Dios. Él, el infalible, el líder que no se cuestiona sus consecutivas derrotas, les ha dado la espalda  y ha depositado su confianza en lo que digan los marineros rasos, el eslabón más modesto de su tripulación. Sin embargo, a última hora uno de sus asesores le plantea una cuestión:
-En efecto, la mayor parte de los marineros que votaron en su día estaban a su favor, pero... ¿Ha pensado que tan solo eran un parte de todos ellos? ¿Qué dirán los demás?¿Y si han cambiado de opinión?
-Tonterías - responde el comandante - eso no son más que falsedades, hay que acabar con este motín como sea.
-Ya… pero ¿está seguro de que tenemos fuerzas suficientes para tomar la Isla?

Desoyendo las advertencias, el comandante tira a su asesor por la borda y continúa pilotando, ignorando rocas, vendavales y piratas, y manteniendo firme el convencimiento de que los astros se van a conjurar a su favor.

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